CIUDAD MUSEO
- Mauricio Calvo Arancibia

- 22 mar 2022
- 2 Min. de lectura

Laura Gutiérrez Díaz - tercera mención taller manifiestos visuales
Dentro de algunas horas
me acercaré a tus muertos
ciudad muerta
latiré en tus latidos
ciudad viva
pisaré mis pisadas
ciudad huella
M. Benedetti
La ciudad crece, se expande, busca su rumbo sobre distintos ríos y cuencas, se
enferma, sufre de cáncer, de anemias, y en este caso de pandemia. La ciudad es
un organismo vivo y como tal, su ritmo y destino es conocido: debe adaptarse o
perecer, mutar o morir.
A diferencia del resto de seres vivos de los que se conoce al menos la esperanza
de vida e incluso de las cosas con fechas de vencimiento, las ciudades no tienen ni
siquiera un parámetro sobre el que basarnos para dejarlas descansar o seguir
apostando por ellas.
En el caso de Sucre, nuestra ciudad se alimentaba básicamente de 2 nutrientes, de
los estudiantes que viven en ella en de lunes a viernes y huyen los fines de semana
y feriados a sus verdaderos hogares, y de aquellos que vienen de paseo o a quienes
el cambio del dólar los favorece. Es este último grupo de turistas, nacionales y
extranjeros el que en gran parte hacía que la ciudad siga creciendo económica y
socialmente, algunas veces incluso más que los que vivimos en ella desde siempre
y a los que ya no nos asombran tanto con sus fachadas.
Si bien, el tema del turismo en Sucre –o la disminución del mismo- era ya un
problema antes de la pandemia, esta visibilizó más sus falencias. Hace años ya que
Sucre dejó de ser un destino y se convirtió en una ciudad de tránsito. En 2016 el
tiempo estimado de permanencia de los turistas era de un día y medio según la
Cámara hotelera de Chuquisaca. Sucre era ya en ese entonces algo así como un
punto de descanso entre el Salar de Uyuni y el Carnaval de Oruro, con mejor clima
y lindos tejados.
El panorama actual es mucho más desalentador, muchos museos permanecen
cerrados, la mayor parte de los turistas nacionales y las calles se sienten aún vacías
a pesar de los esfuerzos por reactivar el turismo en el sector. Las restricciones por
la pandemia sumadas a la complicada situación política del 2019 y las tendencias
del turismo que ya no se encuentra atractivos a los museos o visitas guidas hacen
que el centro histórico se vea resumido a un grupo de fachadas blancas.
La cuestión va más allá de si es o no patrimonio de la Unesco, o si debería ser legal
destruir los edificios para construir torres de 20 pisos y llenarlos de comercio. El
problema es más bien biológico, si bien las ciudades son ecosistemas artificiales,
es necesario entenderlas como criaturas vivas, mutables y flexibles, que deben ser
alimentadas para seguir viviendo y las cifras apuntan a que tenemos en nuestras
manos una ciudad famélica a quién este tipo de turismo no va a poder saciar a largo
plazo.
Si el mar de sal sin cornisas ni espadañas tiene más visitas, es tiempo de repensar
el turismo local, restructurar y proponer ideas que revivan y revaloricen la ciudad o
¿será que es tiempo de aceptar la muerte de la ciudad museo y su destino reducido
a fotografías?
Ciudad Museo © 2022 by Laura Gutiérrez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0






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