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El Cosmos del Cementerio de Sucre frente al Caos.

* El siguiente artículo toma el marco teórico de Mircea Eliade “Lo Sagrado y Lo Profano” para interpretar la estética del “Cementerio General” de la ciudad de Sucre.


“No te acerques aquí –dice el Señor a Moisés-, quítate el calzado de tus pies; pues el lugar donde te encuentras es una tierra santa” (Éxodo, III, 5).


Para el hombre antiguo existe dos mundos claramente diferenciados y estructurados bajo una designación divina: el espacio organizado, fuerte con identidad consagrada (sagrado) y, el espacio caótico, sin forma y sumado en la desesperación (profano). Ambos planos conflictúan al individuo religioso, que hambriento de certeza es obligado a habitar el espacio “Sagrado”, aquel cosmos que se funda para organizar el caos, a través de un punto fijo y un signo divino. Y si bien, el hombre antiguo ha dado paso al hombre moderno, la filosofía del cementerio no ha cambiado y es fácil mente evidenciable bajo la estética actual del Cementerio de Sucre.


Al igual que el espacio sagrado de Eliade, los cementerios en su generalidad se presentan como recintos consagrados: para la muerte, el descanso o repositorio de los cuerpos en la creencia religiosa. El Cementerio General de la ciudad de Sucre, no escapa a esta descripción, es la consolidación del cosmos ante el espacio “Profano”, aquel mundo roto que no posee una forma definida ni consistente. El cementerio al menos en su creación 1892[1], busca organizar su mundo.


Para el cosmos sagrado el mundo es heterogéneo, donde no es lo mismo estar en el primer, segundo o el tercer patio del cementerio sucrense. Por esto, busca crear muros, barandales y cerramientos que más allá de protegerlo, lo que busca es delimitarlo. Separarse del mundo homogéneo y caótico (espacio profano).

El primer patio está reservado para la antigua nobleza, familias prominentes de antaño o de renombre, mausoleos ornamentados que dan cuenta de un mundo ideal. Este trata de alejarse del tercer patio, poco mantenido y tras bambalinas sería la masa amorfa de un espacio homogéneo, poco habitable e incómodo.


Altos muros nos hacen recordar que estamos ante un mundo consagrado, pero antes debemos pasar por un gran umbral. El pórtico monumental del campo santo, con las palabras; hodie mihi, cras tibi (hoy por mí, mañana por ti). A esto, Eliade afirma:


“El umbral tiene sus guardianes: dioses y espíritus que defienden la entrada tanto de la malevolencia de los hombres, cuanto de las potencias demoníacas y pestilenciales”.[2]


Bajo esta lógica, el umbral se presenta como vestíbulo de transición entre ambos mundos, resguardado por pilotes circulares y en su idea original, estatuas o remates que coronaban la entrada. Esta suerte de transito también guarda rituales antiguos y modernos, incluso aloja una pequeña capilla para expiar o limpiarnos de pecados antes de ingresar al espacio sagrado.

Antes de su creación los muertos eran enterrados bajo las iglesias, una vez más haciendo alusión al mundo consagrado, en catacumbas reservadas para nobles, españoles, mestizos o gente adinerada. Hasta que se prohíbe esta práctica y se construye el Cementerio General. Sin embargo, y al igual que el templo, este recinto sagrado es el lugar idóneo para la comunicación con los dioses, por consiguiente, debe haber ahí una conexión con lo alto para que los dioses puedan descender a la Tierra y el hombre simbólicamente al cielo. Una suerte de altar o erección de espacio divino.

En el Cementerio de Sucre podemos notar un hito que interrumpe la continuidad de la calzada peatonal central, un espacio sagrado circular donde se rinde memoria a los 27 héroes de Ayo Ayo y Cosmini. Delimitado por pinos y donde se sitúa un pilar universal, una suerte de Axis mundi donde los dioses se encuentran con los hombres. -El centro del mundo.


Para la cultura clásica el “fundar mundo”, estaba presagiado por una hierofanía o símbolo divino, aquel lugar era el centro del mundo que había sido elegido por dios, por tanto, eran el pueblo elegido. Desde el hundimiento de una vara de oro para fundar Cusco, el visualizar un águila agitando las alas sobre un nopal y desgarrando a una serpiente para Tenochtitlan, implantando el tronco de un árbol que sostenía el mundo para los achilpa, hasta el origen del antiguo cristianismo en Roma por encontrarse allí los restos del discípulo Pedro.


En el microcosmos el arquitecto funge como intérprete de señales e indicios para transformar el espacio profano y así habitarlo. Por tanto, no es de extrañarse que en tiempos antiguos los primeros arquitectos hayan sido sacerdotes o chamanes, que organizaban el caos para vivir realmente.

En el Cementerio de Sucre, puede que haya y siga sucediendo un fenómeno similar; el hombre religioso tiene que obligadamente vivir en el mundo sagrado, alejarse del espacio profano, del terror del caos, de habitar la nada. Por esto, desesperadamente desea estar lo más cerca del centro de su mundo, trata de estar en el primer patio o lo más cerca de este. A su vez trata, en una profunda nostalgia, recrear el mundo perfecto de sus dioses o sus templos, el universo que conoce.

Mausoleos de piedra y ladrillo para los príncipes de la Glorieta, pasados presidentes o familias adineradas de la Sucre primigenia. Mausoleos más pequeños de metal y hormigón para la Sucre contemporánea, que poco a poco o de forma obligada se va alejando del Axis mundi del cementerio. Aunque, incluso hoy, el pensamiento clásico del “Centro del mundo” y “Lo sagrado como habitable” es relevante para nuestra sociedad.


El campo santo de Sucre fue y es un ejemplo de la materialización del espacio consagrado, frente al mundo homogéneo de la realidad industrial no religiosa; como para Mircea Eliade el templo y para este articulo el cementerio, ambos dan cuenta de la cosmovisión estética bajo la que fue concebido, de este modo poder entender mejor su esencia y filosofía.

[1] GAMS Sucre, (2019, octubre 31). El “Cementerio más bello”. https://sucre.bo/el-cementerio-mas-bello/ [2]Eliade, Mircea. Sobre el espacio sagrado y profano. Lo Sagrado y Lo Profano. P. 6.

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