top of page
Buscar

El mercado y sus dos caras


ree

La actividad del comercio, refiriéndonos a comercio como la actividad de compra y venta de bienes o alimentos, es una actividad común y natural del ser humano, que mediante el intercambio de productos entre un bien por otro, permite el abastecimiento para el desarrollo de la vida diaria de los habitantes.

Más allá del complejo análisis sociológico, económico y hasta político que se puede hacer sobre esta actividad y su desarrollo, el tema actual del artículo destaca dos caras de esta actividad en nuestro medio, el mercado dentro de un local y fuera de él.

Por mínima que parezca la diferencia, esta sutil distinción cambia totalmente la acción que se lleva a cabo entre comprador y vendedor.

La existencia de un local organiza un orden establecido en la posición y posibilidades de extensión de la actividad del comercio, nos permite delimitar y organizar el espacio ante nuestros ojos, logrando una especie de orden que nos hace entender mejor la dinámica e incluso puede cambiar nuestra satisfacción con el espacio comercial en el que nos encontramos.

Ahora bien, la ausencia de ese local físico hace que la actividad sea mucho más descontrolada y con un dinamismo no tan unísono, sino más proclives a una competencia desordenada y donde prima el poder del más fuerte, o en este caso del que más vende, donde la única limitante son los acuerdos directos y de palabra con el vecino pues no hay ninguna barrera física real.

Como se puede observar, los cambios son muy diferenciales, la existencia de 4 planos (paredes), es un ordenador del espacio, un limitante, que no necesariamente debemos entender como malo, sino como un límite organizativo, donde el intenso cambio de un mercado abierto se ve limitado por las posibilidades de crecimiento y expansión propias del local y del vecino.

Esta situación se puede entender con más claridad en un espacio público, al pensar en un espacio cerrado y abierto que les pertenece a todos, en este caso en concreto hablamos de un mercado público y un mercado callejero.

La diferencia entre ambas es la delimitadas por el hormigón u otro material de sujeción anclado al piso que dispone de una superficie única al espacio predestinado para la venta, cada espacio alberga una vendedora o un vendedor, los cuales no pueden expandirse más allá de este cubículo que se les ha asignado, de hecho se ven limitados por un tercer elemento, el paso de los compradores, los pasillos de circulación que permite la interacción entre comprador- vendedor. Tiene una limitante de su crecimiento en conjunto, porque no puede crecer infinitamente, el ambiente tiene un límite y no se puede aumentar más de lo que su capacidad permite.

De esta forma los espacios están limitados por la institución, limitados por el conocimiento y organización del público asistente, esto lo podemos observar en los distintos mercados de nuestra ciudad, donde si bien, no gozan de un orden especifico, se puede notar esta demarcación o una sectorización, una suerte de orden interno creado en base a las limitaciones espaciales y el acuerdo mutuo.

Si pasamos al otro sector que analizamos, un mercado callejero; este tiene más libertades, pues las normas son más difusas.

La única norma apreciable es dejar pasar al cliente, porque hay que vender, en este sentido la limitante más notoria es el acceso del cliente, lo cual abre un mundo de posibilidades en cuanto al ordenamiento y crecimiento de las casetas, tanto en grupos como de forma individual.

Así, los espacios más difusos tienen varios cambios en su composición pudiendo organizarse por tramos que dejan un espacio central, otro sector que dejan un espacio lateral, o también los que dejan ambos espacios para el paso, teniendo un total de 4 casetas móviles, en este aspecto también tenemos un cambio en la posibilidad de expansión, pues podemos ver como la tienda se podría expandir en los 4 sentidos, incluso hacia arriba si se es de Cochabamba, invadiendo calles y al vecino con tal de ampliar su “stock de ventas”, o de otra forma, comprando espacios a otros vendedores para poner a los parientes, de esta forma, aumentar los ingresos creando una suerte de grupo de tiendas separadas pero que responden a una organización familiar para ver incrementados sus ingresos.

Igualmente, la extensión del mercado se incrementa sin límites, pues el mercado al ser de calle puede replicarse en la siguiente calle y seguir creciendo, formando una suerte de barrio/mercado, donde todo espacio libre sirve para vender.

Es así que, el espacio público y vial se vuelven un campo de juego, un terreno en blanco donde las casetas se instauran como un ente vivo en continua expansión, apareciendo poco a poco creando su propio orden en el espacio.

Si bien este análisis muestra dos diferentes dinámicas, hay un punto más donde poner nuestra atención, ¿Cuál nos refleja más como sociedad?, ¿Cuál se adecua más a nuestra forma de vida real?

Pues si bien el orden de los espacios diseñados para la compra es muy satisfactorio y a nivel personal es lo “ideal”, no se puede negar que la composición libre del comercio sin inmueble es la más arraigada, podríamos pensar en la existencia de casetas que sirven como inmueble, pero nada evita guardar la caseta y extenderse más allá o acoplarlas y seguir aumentando la zona de venta como si de tetris se tratase, pues estas no están ancladas al piso como pasa en los mercados con inmueble.

Esta forma de organización de venta es tan común, que en los mismos espacios construidos para el comercio, se establecen estos asentamientos móviles, dinámicos e improvisados. Como si existiese submundos de ventas sin delimitantes fijas dentro de un espacio construido.

La libertad de las casetas y el poder expandirse en base a las capacidades de venta, es el método favorito de muchos porque al fin y al cabo la libertad de venta es lo que marca la dirección de nuestra forma de organizarnos.

La arquitectura debe tener en cuenta elementos como estos antes de pensar en su siguiente gran edificio mercantil, ya que probablemente la gente prefiera tener su propia organización y la libertad para vender todo lo que pueda, expandirse hacia distintos lugares. Tal vez la idea de un espacio abierto sea más valiosa y aprovechable que un cubículo bien diseñado. Tal vez el reto está en ordenar un espacio no construido que poder darle la forma adecuada y la organización optima a un edificio sólido que, probablemente nunca se llene y pase a la fila de los elefantes blancos.

Podemos pensar: ¿Por qué es así?, bueno en este sentido creo que nadie tiene la respuesta precisa, lo más probable y mejor orientado, es que en el fondo todos amamos la libertad de expandir la actividad que nos beneficia o nos sirve para subsistir, todos somos capitalistas individuales, solo que, en distintos niveles y a pesar de las banderas que levantemos o cuan en comunidad nos sintamos.

 
 
 

Comentarios


bottom of page