La arquitectura y el poder.
- Mauricio Calvo Arancibia

- 13 ago 2021
- 2 Min. de lectura

Cualquier organismo que busca poder, busca visibilidad. Ver significa poder, el control de quienes ejercen fuerza sobre otros. En este caso, la arquitectura seria la principal herramienta en términos de poder desde el inicio de la civilización.
El juego del poder ha configurado nuestras ciudades, por tanto, la distribución de recursos. La arquitectura, aunque pareciera anclada en el pragmatismo y arquetipos, es una expresión de relejo poderosa y reveladora de nuestras sociedades, con muros invisibles entre ciudades y regiones emergentes.
No es casualidad que la configuración de la trama de algunas ciudades sean reticuladas, esta es una herencia de estrategias militares hace miles de años, al igual que la tendencia de construir y posicionar los barrios más privilegiados en altura, esta también es estrategia militar como táctica de guerra y control de ciudades, como instrumento para reforzar el alcance ideológico de la dominación.
Cuando hablamos de arquitectura y su relación con el poder, este no está centrado en el lenguaje de los objetos, sino en las motivaciones que conducen a la construcción de las edificaciones.
Para entender el devenir de la evolución de determinados hechos arquitectónicos y la relación con el poder que pueblan nuestra contemporaneidad, debemos observar cómo se han constituido los museos, centros comerciales, aeropuertos, infraestructura gubernamental, iglesias y observar las jerarquías desarrolladas con las que fueron construidas. Así entenderemos que, lo que motiva a construir, la estrechez entre la arquitectura y el poder, es básico para comprender nuestra existencia y puede ayudarnos a liberarnos de sus aspectos más perjudiciales.
En la arquitectura del poder, se realiza un recorrido por los paisajes habituales de la política y la riqueza en los que se define el espacio en su intento fallido de modernidad.
Si, proyecto moderno fracasó en su intento de fortaleza, en su demostración de poder, de centrismo ególatra que marca una línea divisoria y escalas monumentales jerárquicas separatistas y de exclusión.
“Construimos con fines emocionales y psicológicos, además de por razones ideológicas y prácticas. El lenguaje de la arquitectura es empleado tanto por los fabricantes multimillonarios de software que financian museos a cambio de la oportunidad de exhibir poder como por dictadores sociópatas. La arquitectura ha sido forjada por el ego, así como por el temor a la muerte, además de por impulsos políticos y religiosos. Y, a su vez, les da forma. Intentar dar sentido al mundo sin reconocer el impacto psicológico de la arquitectura en él es pasar por alto un aspecto fundamental de su naturaleza. Sería como no tener en cuenta el efecto de la guerra en la historia de la tecnología y viceversa.” (p. 10)
(Sudjic, 2005).






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