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La vida: un modelo para la arquitectura



El uso de los espacios públicos para actividades económicas heterogéneas, no ha modificado la experimentación del espacio público, el espacio ha sido modificado para experimentar la vida, experimentarla desde la lógica generada por las dinámicas sociales, colectivas, desde la lógica de subsistencia, en esta lógica no hay espacio para “los procesos de gestión de una calle”, no hay espacio para la institución como “órgano regulador del espacio público”, con sus políticas de “ordenamiento territorial”.

No, no puede haber lugar para definiciones convencionales. Los actores de estos espacios no disponen de otra alternativa que crear su propio tipo de empleo, de apropiarse de la calle como escenario de vida y lucha por seguir en ella.

Las problemáticas de la vida diaria; este reflejo latente de vida, es utensilio y un espacio para relaciones humanas y acciones de vida cotidiana. Espacios donde la arquitectura desaparece para formar parte de personas y vidas.

No se trata de pretender que no pasa nada, se trata de observar nuestras formas de vida, la de todos, para comprender los procesos que se desarrollan en la calle, entender este escenario que procuran modos de subsistencia de la gente que la habita.

Para esto es importante cuestionarnos:

¿Cuál es el afán de recuperar estas calles para los automóviles?

¿Por qué nos empeñamos en criticar a la gente que se apropia de la calle como medio de subsistencia?

¿Por qué se programan tantas batidas para desalojar a la gente de los asentamientos informales?

Los procesos de asentamientos reflejan las necesidades de una sociedad, en este caso económicas, pero, ¿Por qué tratamos de resolverlo con medidas copiadas de otras sociedades y ciudades?

Se trata de entender al “otro” y sus necesidades para poder partir hacia una planificación integral. ¿Por qué no imaginar un mercado peatonal colorido, donde la gente se apropie del espacio común, lo habite y lo llene de vida? Generar nuevas y posibles soluciones, pero partiendo de una necesidad colectiva, no de seguir relegando al que menos posibilidades de subsistencia tiene.

Así que no, no prefiero una calle bonita, libre y amplia para automóviles, prefiero un colorido e interminable mercado como reflejo de los ritmos de lucha.

 
 
 

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