Reflexiones sobre el valor de un material
- Mauricio Calvo Arancibia

- 4 mar 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 12 mar 2021

Cuando se debate de patrimonio surge siempre la duda de ¿hasta cuando tiene un valor el material que compone la casa?
La respuesta no es nada sencilla, pues si yo viera un adobe ruido y desecho, ¿valdría lo mismo para mí que para un especialista en adobe?, probablemente para mi sea un material de desecho, para él podría ser un tesoro de la humanidad.
Podemos pensar que los valores que tenemos son universales, que todos sienten el mismo amor por un muro de adobe hinchado y viejo del centro histórico, pero esto no es así.
Para algunos ese muro hinchado ha perdido el valor que en un momento tuvo, pues sucede que este muro no tiene ningún anclaje emocional para muchas personas, por ende, no tiene un valor reconocible para todos.
Y es que por más historias ocultas tenga ese muro que ponemos de ejemplo, tal vez el prócer de la independencia de Bolivia Jaime de Zudañez (1772-1832) de joven enamoro con su futura esposa por allí, pero esas son historias que jamás podremos saber a ciencia cierta y en consecuencia no hacen acreedor a nuestro muro genérico de algo que se pueda considerar valioso objetivamente.
Siguiendo este razonamiento podemos cambiar el muro de adobe por una cubierta de madera y caña, entonces nos podemos preguntar “mi cubierta colonial original, mohosa, descolorida, caída, peligrosa, chueca, deslucida, con goteras, nido de insectos, nido de palomas, de olor extraño y en la cual en cualquier momento aparecerá un hueco del tamaño de un coche, ¿tiene algún valor real?”
Es difícil de saber, dependerá del cariño subjetivo que se le tenga al material que compone el elemento constructivo, si para el dueño esas tejas antiguas significan algo.
Entonces si lo pensamos ¿Dónde está el valor de un elemento arquitectónico a nivel sentimental si no está en sus materiales? Pues aquí entra sobre la mesa un elemento muy distinto al temporal material de construcción, la imagen urbana y arquitectónica.
La imagen urbana e histórica de la ciudad va más allá de los materiales que la componen, la podemos encontrar en las decisiones espaciales que a lo largo de los siglos los habitantes de la ciudad han tomado y la que se guarda en la memoria colectiva de los habitantes que pasean por sus calles.
Preservar este espíritu va más allá que salvar un muro de adobe o no abrir una ventana, la imagen muta bajo unos parámetros establecidos de armonía con su entorno y justamente esa armonía es lo que hay que cuidar, sin importar que lo que esté por debajo del revoque sea adobe o ladrillo.
Porque tenemos que tomar una decisión entre dos posibles realidades y sus riesgos, por un lado, podemos escoger mantener su belleza visual y armonía con su entorno a riesgo de que nos acusen de crear falsos históricos, o, podemos salvar el material imponiendo normas rígidas para su mantenimiento y diseño corriendo el peligro de que el edificio de desgaste y se vuelva un peligro para los transeúntes y un gasto que los dueños no están dispuestos a pagar y prefieren dejar morir, ya sea lentamente o apresurando un poco las cosas con una fuga de agua.
Es así que esta maliciosa pregunta tiene la intención de sacar un tema algo incómodo y que pensemos si realmente vale tanto la pena salvar un bloque de adobe o es mejor pasar la pelota a una nueva cancha por explorar, pues el espacio tal vez es lo único que sobrevive y persevera a las inclemencias del tiempo y vale la pena proteger más esta cualidad de la arquitectura, que la vida pasajera de un material terrenal que no volara por siempre con la humanidad.
Reflexiones sobre el valor de un material © 2021 by Pedro Eduardo Chavarría Herrera; José Manuel Córdoba Chavarría is licensed under CC BY-NC-ND 4.0






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